Apasionada por la tecnología, líder en Internet de las Cosas.
Alicia Asín, Ingeniera en Informática por la Universidad de Zaragoza y graduada en ESADE Business School, es experta en Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas (IoT) y Big Data. Fue premiada más de 10 veces por sus méritos empresariales e innovación tecnológica. En 2014 fue la primera mujer en recibir el premio Joven Emprendedor Nacional en la reunión de la Confederación Española de Jóvenes y en 2018 recibió el premio Mujeres Innovadoras de la UE.
En la facultad conoció a David Gascón y juntos fundaron Libelium, empresa ideada desde la universidad, destinada al desarrollo de sensores inalámbricos. A base de mucho esfuerzo, persistencia y un gran equipo, operan en 120 países.
Alicia tiene la visión de crear ciudades más inteligentes conectándolas a través de internet. Descubrí en esta nota su historia y expectativas de futuro.
¿Cómo descubriste tu pasión por la tecnología?
Mi padre es ingeniero y desde pequeña me han gustado asignaturas como las matemáticas o la física. En mi familia siempre me han motivado para que estudiara lo que quisiera y la ingeniería fue mi opción. Al finalizar la carrera, mi socio -David Gascón- y yo decidimos apostar por emprender centrándonos en la tecnología de redes de comunicación inalámbrica. Veíamos que era el futuro y que había bastante por explorar.
¿Cuál es esa habilidad que desarrollaste que te permitió llegar donde estás hoy?
La disciplina, la orientación a resultados y la relativización de los éxitos y los fracasos son habilidades que me han ayudado mucho.
¿Qué consejos le darías a las mujeres que quieren emprender en tecnología?
Las barreras para el emprendimiento son básicamente dos: burocráticas y financieras. A partir de ahí, todo depende del conocimiento que tengas de tu sector y de la capacidad de trabajo. No soy de dar consejos pero sí que creo que la autoconfianza es la base para convencerse de que los obstáculos son retos, que tenemos capacidad de superar sin complejos.
¿Qué pensas sobre el uso de las redes sociales y la información que se comunica a través de ellas? ¿Las usas frecuentemente?
Cuento con perfiles en Twitter y LinkedIn y soy activa en la publicación de contenidos. Mi opinión sobre las redes, y sobre la tecnología en general, es que no es buena o mala en sí misma. Todo depende del uso y el enfoque que se haga de ella. En este sentido, hace falta mucha formación para que la sociedad se cuestione la veracidad de todos los mensajes que recibe. Las fake-news buscan la difusión rápida y masiva. Para evitar la extensión de los bulos hay que educar al público para que desarrolle el sentido crítico y la responsabilidad. Creo que la clave está en seleccionar bien las fuentes de información de las que nos nutrimos. Muchas personas han dejado de informarse a través de los medios de comunicación profesionales y esto me parece terrible porque los han sustituido por fuentes que no contrastan la veracidad de lo que publican. Y la consecuencia más peligrosa de todo ello es acabar tomando decisiones en base a falsedades: ya sea decisiones de voto, decisiones corporativas o personales. Por eso yo reivindico la transparencia de los datos como herramienta para mejorar la democracia. El Internet de las Cosas es el vehículo para favorecer esa transparencia y que los ciudadanos voten a sus gobernantes por la efectividad objetiva de los resultados de su trabajo y no solo por criterios subjetivos o ideológicos.
¿Qué sentís y pensas cuando ves a Libelium en 120 países? ¿Cómo tu equipo de trabajo logra alcanzar esa cantidad de destinos?
Cuando fundamos la empresa queríamos explorar las posibilidades que entonces vislumbrábamos para la tecnología de redes inalámbricas de sensores y desde el principio trabajamos con perspectiva internacional. Eran los comienzos del hoy denominado IoT (Internet of Things) y que tantas aplicaciones ha demostrado tener. Lo hemos conseguido a base de mucho esfuerzo y persistencia y, por supuesto, de un gran equipo. Como en cualquier empresa, tenemos momentos buenos y malos. Pero no nos rendimos nunca. Celebramos los éxitos y nos preocupamos por los fracasos con la misma intensidad. Nada dura eternamente y hay que tener una perspectiva muy de largo plazo.
¿Qué beneficios otorga Internet de las Cosas a esta nueva normalidad que nos trae la pandemia?
El coronavirus ha afectado al IoT acelerando la necesidad de desarrollar proyectos basados en esta tecnología dada su capacidad para mejorar la competitividad de las empresas y la calidad de vida de las personas.
Por una parte, desde la perspectiva empresarial, el trabajo en remoto está acelerando los procesos de digitalización de las cadenas productivas de las empresas en dos escenarios concretos: el de la automatización de procesos y el del control remoto de los activos de producción. Todos los procesos destinados a la monitorización de mercancías, de entrada y salida, que proporcionen mayor transparencia al proceso de negocio resultan de gran efectividad para la mejora competitiva.
Desde el punto de vista público, esta tecnología está permitiendo adaptarnos mejor a las nuevas circunstancias de convivencia. Gracias a nuestros sistemas se puede controlar el aforo en espacios públicos y cerrados, se puede mejorar el control de la polución que incide directamente en las afecciones respiratorias, es posible medir la calidad de las aguas residuales de nuestras ciudades y determinar la incidencia de la pandemia… Hay muchísimas aplicaciones para hacer que la normalidad sea más asumible.
La pandemia aceleró abruptamente la transformación digital en las empresas ¿Con qué velocidad pensas que las ciudades adoptarán el concepto de Smart Cities?
Las ciudades están siendo escenario protagonista en esta pandemia. Hay que repensar la movilidad de los ciudadanos, la convivencia en espacios púbicos, la sostenibilidad de los servicios públicos, el ahorro máximo de los recursos municipales. Los gobiernos municipales saben que todos estos retos son alcanzables de la mano de la tecnología y tienen que priorizar las inversiones para adaptarse a la nueva realidad. En algunos casos existe la voluntad pero no acompañan los presupuestos. Pero la principal barrera es la ausencia de conocimiento técnico entre los empleados públicos que son quienes tienen que desplegar los proyectos de digitalización.